martes, 13 de septiembre de 2016

Carta abierta a una puerta cerrada


Hola, vieja amiga, nos volvemos a ver. Aunque debo admitir, que esta vez me has sorprendido. No porque no te esperaba, sino por el golpe que me llevé al topar contigo. ¿Por qué no me dejas pasar, ahora que he llegado tan lejos? Intento tocar y mis llamados no son atendidos; intento abrirte, pero no pareces querer ceder. Y no pienso forzarte, porque ambos podemos quebrarnos. Alguien te sostiene por detrás. No alcanzo a ver quién es, pero descubrirlo será cuestión de tiempo. Lo único cierto, es que mi presencia no te place; así que no quiero imaginar qué podría ocurrir más allá, luego de cruzarte. Me pregunto por qué lo haces. ¿Qué habrá detrás de ti? Parece que no quieres que lo descubra. Está bien. Me basta mirar a los lados para encontrar que en este largo pasillo sobran demasiadas puertas para seguir demorándome en la misma. Espero que cuando decidas abrirte, no alcances a verme por lo lejos que estaré ahora de ti, luego de atravesar otras tantas puertas que me han estado esperando. Mantente cerrada. Olvídame. Pero nunca dejes de recordar, el día en que bloqueaste mi camino, para permitirme ver el correcto.

4 comentarios:

  1. Muy original, Gean. Y hasta sentida.
    Dejame darte dos consejos que te van a abrir todas las puertas, para así tengas que evitar enviar otra misiva: tire y empuje.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Raúl. Me llevo los consejos conmigo, adonde sea que vaya.
      ¡Saludos!

      Eliminar
  2. Me gustó mucho, Gean. Al principio quedé desorientada, pero en seguida capté por donde venía el texto y me pareció muy lograda esa confusión inicial.
    ¡Buen consejo el de Raúl!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Cuánto me alegra que te haya gustado! Ahí te sigo también, espero nos estemos leyendo.
      ¡Saludos!

      Eliminar