Hola,
vieja amiga, nos volvemos a ver. Aunque debo admitir, que esta vez me has
sorprendido. No porque no te esperaba, sino por el golpe que me llevé al topar
contigo. ¿Por qué no me dejas pasar, ahora que he llegado tan lejos? Intento
tocar y mis llamados no son atendidos; intento abrirte, pero no pareces querer
ceder. Y no pienso forzarte, porque ambos podemos quebrarnos. Alguien te
sostiene por detrás. No alcanzo a ver quién es, pero descubrirlo será cuestión
de tiempo. Lo único cierto, es que mi presencia no te place; así que no quiero
imaginar qué podría ocurrir más allá, luego de cruzarte. Me pregunto por qué lo
haces. ¿Qué habrá detrás de ti? Parece que no quieres que lo descubra. Está
bien. Me basta mirar a los lados para encontrar que en este largo pasillo
sobran demasiadas puertas para seguir demorándome en la misma. Espero que
cuando decidas abrirte, no alcances a verme por lo lejos que estaré ahora de
ti, luego de atravesar otras tantas puertas que me han estado esperando. Mantente
cerrada. Olvídame. Pero nunca dejes de recordar, el día en que bloqueaste mi
camino, para permitirme ver el correcto.
Muy original, Gean. Y hasta sentida.
ResponderEliminarDejame darte dos consejos que te van a abrir todas las puertas, para así tengas que evitar enviar otra misiva: tire y empuje.
Saludos.
Gracias, Raúl. Me llevo los consejos conmigo, adonde sea que vaya.
Eliminar¡Saludos!
Me gustó mucho, Gean. Al principio quedé desorientada, pero en seguida capté por donde venía el texto y me pareció muy lograda esa confusión inicial.
ResponderEliminar¡Buen consejo el de Raúl!
¡Cuánto me alegra que te haya gustado! Ahí te sigo también, espero nos estemos leyendo.
Eliminar¡Saludos!